Vive tranquila
y no te inquietes por nada. Jesús está contigo, y te ama; y tú correspondes a
sus inspiraciones y a su gracia, que obra en ti. Sigue obedeciendo a pesar de
las resistencias internas y sin el alivio que se da en la obediencia y en la
vida espiritual; porque está escrito que quien obedece no debe dar cuenta de
sus acciones, y sólo debe esperar el premio de Dios y no el castigo. «El
hombre obediente – dice el Espíritu – cantará
victoria».
Recuerda
siempre la obediencia de Jesús en el huerto y en la Cruz; fue con inmensa
resistencia y sin consuelo; pero obedeció hasta lamentarse con los apóstoles y
con su Padre; y su obediencia fue excelente y tanto más bella cuanto más
amarga. Nunca, pues, fue tu alma tan grata a Dios como ahora que obedeces y
sirves a Dios en la aridez y oscuridad. ¿Me he explicado? Vive tranquila y
alegre, y no quieras dudar por ningún motivo de las aseveraciones de quien hoy
dirige tu alma.
Del
modo de actuar en ti la gracia divina, tú tienes todos los motivos para
animarte y para esperar y confiar en Dios; porque es la actuación que suele
tener con las almas que él ha elegido como su porción y su heredad. El
prototipo, el modelo en el que es necesario mirarse y modelar nuestra vida, es
Jesucristo.
Pero
Jesús ha elegido por estandarte la cruz; y por eso quiere que todos sus
seguidores recorran el camino del Calvario llevando la cruz, para después
expirar tendidos en ella. Sólo por este camino se llega a la salvación.
(4 de septiembre de 1916,
a María Gargani – Ep. III, p. 241)
Miles de fieles de toda Italia acudieron, el pasado 24 de abril de 2008, a San Giovanni Rotondo (sur de Italia) para rezar ante los restos mortales del Padre Pío, que han sido exhumados y expuestos con ocasión del 40 aniversario de su muerte. Más de 750.000 devotos, principalmente italianos, ya han presentado su petición para venerar el cuerpo, que permanecerá expuesto durante un año, según informaron los frailes franciscanos que se encargan de custodiarlo.
La jornada empezó con una misa solemne en el convento de Santa Maria delle Grazie que fue presidida por el cardenal y prefecto de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos, José Saraiva Martins, y en la que participaron unos 15.000 fieles.
Durante la homilía, Saraiva Martins definió al santo como un ´apóstol de nuestro tiempo´, asegurando que ´esto que nosotros vemos es un cuerpo muerto´ pero que ´asomándonos desde este lugar al misterio de la muerte´ se comprende que ´lo que vemos aquí no es el todo de la existencia humana´. ´Este cuerpo está aquí pero Padre Pío no es sólo un cadáver´ sino que él, ´que vivió en plena unión con Jesús crucificado, vive ahora en definitiva comunión con Jesucristo resucitado´, explicó.
El representante vaticano también destacó que las ´reliquias´ del santo devuelven a la memoria ´todo el bien que hizo entre nosotros a través de ese cuerpo´ y ´nos invitan a renovar la fe en el futuro y en la resurrección de nuestra carne´.
Entre los asistentes, figuraban dos de las personas que recibieron la inexplicable curación de sus respectivas enfermedades por obra del santo y cuyos ´milagros´ fueron clave para la culminación del proceso de beatificación y canonización.
Los millares de peregrinos que se agolpaban a las puertas de la Iglesia empezaron a desfilar ante el cuerpo del santo a partir de las 15.00 horas del mismo día en que se cumplían 40 años del fallecimiento del santo.
Los restos están expuestos dentro de una urna de cristal en la cripta del convento. Tras la exhumación del cadáver se comprobó que el cráneo estaba parcialmente descompuesto, por lo que los franciscanos han colocado encima de esta parte una máscara de silicona para taparla. Sobre el cuerpo, el hábito monacal capuchino, que ha sido realizado por las monjas clarisas de San Giovanni Rotondo.
El cuerpo de San Padre Pío fue exhumado a principios de marzo y posteriormente sometido a un ´reconocimiento canónico´. A pesar de la descomposición parcial, los restos todavía conservan el pelo y la barba.
El arzobispo de Manfredonia, San Giovanni Rotondo y Vieste, monseñor Domenico D´Ambrosio, fue el primero en hablar de la futura exhumación del santo, cuando el pasado mes de enero anunció que la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano, así lo había autorizado con ocasión del 40 aniversario de su muerte.
Poco después un grupo de fieles devotos manifestó su rechazo a la exhumación del cadáver, que consideraban una falta de respeto hacia el santo, motivo por el que decidieron presentar un recurso contra este procedimiento.
Por su parte, el cardenal Saraiva Martins recordó hoy en una entrevista publicada en el periódico italiano ´Il Giornale´ que ´nadie está obligado a venerar las reliquias de un santo´ y descartó que pueda haber ´fanatismo´ en este modo que tienen los fieles de expresar su devoción.
El obispo D´Ambrosio también aclaró esta mañana durante la misa que la veneración de los restos no busca ´clamor, ruido, lecturas torcidas o imprudentes´. ´Sólo queremos honrar y bendecir al Señor Maravilloso en su siervo fiel´.
El cuerpo de San Pío de Pietrelcina es especialmente importante para sus devotos porque sufrió la gracia de los estigmas, es decir, la marca o señal sobrenatural que experimentan algunas personas como muestra de su identificación con la Pasión de Cristo.
El Padre Pío fue un monje capuchino italiano que vivió entre los años 1887 y 1968 y murió con fama de santidad. El Papa Juan Pablo II lo canonizó en 2002 durante una multitudinaria celebración en la plaza San Pedro del Vaticano.
La próxima jornada clave para la celebración de su memoria será el próximo 23 de septiembre, día en que la Iglesia ha fijado la fiesta del santo. En esta ocasión, el cardenal y secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, acudirá a San Giovanni Rotondo para venerar las reliquias y no se descarta que también lo haga el mismo Benedicto XVI.
Según un estudio reciente elaborado por el semanario católico ´Familia Cristiana´, San Pío de Pietrelcina sería el santo más venerado de Italia.
Siento el
vivísimo deseo, sin que casi nunca piense yo en procurarlo, de pasar todos los
instantes de mi vida amando al Señor; quisiera estar estrechamente unido a él
por una de sus manos y recorrer con alegría aquella vía dolorosa, en la que me
ha puesto; pero lo digo también con tristeza en el corazón, con confusión en el
ánimo y con rubor en el rostro, que mis deseos no se corresponden precisamente
con la realidad.
Basta
cualquier cosa para agitarme; basta que me olvide de las aseveraciones que
usted me hace para arrojarme en la más densa noche del espíritu, que me hace
sufrir día y noche. ¡Dios mío!, ¡padre mío!, ¡qué gran castigo me ha traído mi
infidelidad del pasado!
Querría que mi
mente no pensara más que en Jesús, que el corazón no palpitara más que por él
solo y siempre, y todo esto se lo prometo repetidamente a Jesús. Pero, ¡ay de
mí!, me doy perfecta cuenta de que la mente se olvida o, mejor dicho, se queda
en la durísima prueba, bajo la cual está el espíritu; y el corazón no hace otra
cosa que marchitarse en este dolor.
(6 de marzo de 1917, al Benedicto de San Marcos in Lamis – Ep. I, p.
872)
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