Debes saber,
hijita, que la caridad tiene tres elementos: el amor a Dios, el afecto a sí
mismo y la caridad hacia el prójimo; y mis pobres enseñanzas te ponen en el
camino de practicar todo esto.
a) Durante el
día, pon con frecuencia todo tu corazón, tu espíritu y tu pensamiento en Dios
con una gran confianza; y dile con el profeta real: «Señor yo soy tuya, sálvame».
No te detengas mucho a considerar qué tipo de oración te da Dios, sino sigue
sencilla y humildemente su gracia en el afecto que debes tenerte a ti misma.
b) Aunque sin
detenerte con soberbia, ten bien abiertos los ojos sobre tus malas
inclinaciones para erradicarlas. No te asustes nunca al verte miserable y llena
de malos estados de ánimo; céntrate en tu corazón con un gran deseo de perfeccionarlo.
Procura enderezarlo dulce y caritativamente cuando tropiece. Sobre todo,
esfuérzate con todas tus fuerzas por fortalecer la parte superior del alma, no
entreteniéndote en sentimientos y consuelos, pero sí en las decisiones,
propósitos y aspiraciones, que la fe, el guía y la razón te inspiren.
(11 de junio de 1918,
a Herminia Gargani – Ep. III, p. 735)
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