Hace unos
pocos días yo pensaba en lo que algunos dicen de las gaviotas, pequeñas aves,
que hacen sus nidos en la playa del mar. Construyen sus nidos de forma redonda
y se comprende que el agua del mar no puede entrar en ellos. En la parte
superior del nido hay una abertura, por la que pueden recibir el aire. Ahí las
gaviotas alojan a sus crías, que pueden nadar con seguridad y flotar sobre las
olas sin llenarse de agua ni sumergirse. El aire que se respira por la abertura
sirve de contrapeso y de balanza, de tal forma que los pequeños remolinos nunca
terminan por volcar el nido.
Mis
queridísimos hijos, ¡cómo deseo que vuestros corazones sean de tal forma que,
por los lados, estén bien cerrados, para que, si los golpes y las tempestades
del mundo, de la carne y del demonio os sorprenden, no logren penetrar dentro;
y que no haya otra abertura que la de la parte del cielo, para aspirar y
respirar a nuestro Señor Jesús.
Y este nido,
hijos, ¿para quién estaría hecho si no para los polluelos de aquél que lo ha
hecho todo por amor de Dios, llevado por sus inclinaciones divinas y celestes?
Pero mientras las gaviotas construyen sus nidos y sus polluelos son todavía
demasiado tiernos para soportar los golpes de las olas, Dios cuida y se
compadece de ellos, impidiendo al mar que los sumerja.
(18 de enero de 1918, a los novicios – Ep.
IV, p. 366)
1 comentarios:
Sin Dios mi vida es muy difícil,sin él nada puedo,nada soy,necesito tanto de su amor y su gracia
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