El
anhelo de estar en la paz eterna es bueno, es santo; pero es necesario
moderarlo con la completa resignación a la voluntad de Dios. Es mejor realizar
el querer de Dios en la tierra que gozar en el cielo. Sufrir y no morir, era el
deseo de santa Teresa. Es dulce el purgatorio cuando se sufre por amor de Dios.
Las
pruebas, a las que Dios os somete y os someterá, son todas ellas señales de la
predilección divina y joyas para el alma. Pasará, queridas mías, el invierno y
llegará la interminable primavera, tanto más rica de bellezas cuanto más duras
hayan sido las tempestades. La oscuridad que estáis experimentando es señal de
la cercanía de Dios a vuestras almas.
(11 de diciembre de 1916, a las hermanas
Ventrella – Ep. III, p. 548)
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