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martes, 28 de junio de 2016

El arma del Padre Pío


Para combatir a Satanás eficazmente y en todas partes, el Padre usaba el santo Rosario, que rezaba sin interrupción y con perseverancia. Lo llamaba con un nombre signi­ficativo: el “Arma”. Se puede interpretar que era para él el arma de defensa y de ataque contra Satanás.

El 7 de octubre de 1916 el Padre Pío tuvo una visión, que por humildad prefirió decir que era un sueño. Cuenta él mismo:

"Me parecía estar -dice el Padre Pío- en la ventana del coro de la pequeña iglesia de San Giovanni Rotondo y mirando por la ventana vi en la plaza, ubicada delante de la iglesia, una inmensa muchedumbre muy apretada. Después de haber observado esta innumerable multitud de gente, me incliné a esta ventana, y pregunté:

“¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?”

Y toda esta multitud, en coro, con una voz tosca y ensordecedora, gritó: “¡La muerte del Padre Pío!”. Me di cuenta que eran todos demonios.

Ante estas palabras entré al pequeño coro para rezar, uiitn llegó a mi encuentro la Santa Virgen, la cual, con una mirada maternal, apenada y con un gesto decidido, me puso entre las manos un “Arma”, diciéndome: ¡Con esta arma, eres tú quien ganarás! Me incliné en la ventana del pequeño coro y todas estas personas cayeron a tierra fulminadas, permaneciendo desva­necidas. ¡Yo me desperté!

En seguida me volví a dormir -prosigue el Padre Pío-, y me encontré en la misma ventana. Vi de nuevo una incontable multitud, asombrado, y no sin una cierta desilusión, grité: “¡Ah!... ustedes no han muerto!”, y pregunté otra vez: “¿Quiénes son ustedes?”. Ellos respondieron: “¡Somos cristianos!”. Ya tranquilizado, les dije: “¡Ustedes son los hijos y los discípulos de Jesús!... ¡Entonces, vengan conmigo! ¡Síganme y obedézcanme! ¡Y nadie más los perju­dicará!”

Y añadí: “Aprieten siempre en sus manos el Arma de María, y ustedes ganarán siempre y por todas partes la victoria sobre los enemigos infernales”.»

Cuando hablaba del Arma, sus hermanos no entendían de qué se trataba, no se sabía qué era, en qué consistía, dónde estaba escondida, cómo poder encontrarla.

Algunos días antes de su muerte, el Padre Pío reveló el misterio e indicó muy claramente el “Arma de María”.

Estando en su cama, dice a sus hermanos que estaban con él en su celda: “Pásenme el Arma”.

Y los hermanos, sorprendidos y con curiosidad, le pre­guntaron: “¿Dónde está el Arma? ¡Nosotros no vemos nada!”.

Y el Padre Pío respondió: “¡Está en mi hábito, que ustedes tienen colgado en la percha!”.

Los hermanos, después de haber buscado en todos los bolsillos de su hábito le dicen: “¡Padre, no hay ningún Arma en su hábito!... Solamente hay un Rosario”.

Y en seguida el Padre Pío dijo: “¡Y eso, ¿no es un Arma?!... ¿La verdadera Arma?”

Con esta Arma el Padre Pío derrotó a la inmensa multitud de diablos que estaban furiosos desde el comienzo de su ministerio sacerdotal en San Giovanni Rotondo, en la pequeña iglesia; con esta “Arma de María” venció conti­nuamente a Satanás y a sus satélites durante toda su vida, que estaba siempre expuesta a los ataques tan insidiosos del infierno.

El Padre Pío dio como legado a sus hijos espirituales: "Esto es mi testamento y mi voluntad: ¡Amen y hagan amar a la Virgen María! ¡Recen y hagan rezar el Rosario!”.

Por eso en la jaculatoria bien conocida, en honor a la Inmaculada, el Padre Pío había insertado: “Oh, María, sin pecado concebida, “terror de los demonios”, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.

(Padre Pío, el primer Sacerdote estigmatizado. P. Ramón Ricciardi)

Milagro y bilocación del Padre Pío


La santidad del sacerdote capuchino Francesco Forgione, nacido en Pietrelcina, Italia el año 1885, era una devota certeza para muchos fieles, antes de los “dones” que la historia y testigos consignan:
Estigmas, bilocaciones (estar en dos lugares al mismo tiempo), capacidad de leer las concienciasal confesar, mediar en oración para que Dios sanare a personas… Todo incluso antes de ser canonizado, el 16 de junio de 2002. por el santo Papa Juan Pablo II como san Pio de Pietrelcina y cuya fiesta la Iglesia celebra el 23 de septiembre.
Francesco fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1910 en la Catedral de Beneveto, y el 28 de julio de 1916 se estableció en San Giovanni Rotondo, donde permaneció hasta su muerte, el 23 de septiembre de 1968. Es allí donde se inicia el apostolado de Francesco, el Padre Pio, quien toca el corazón de los pobres y enfermos… los del cuerpo y el alma, sus predilectos. Salvar almas era su norte y quizás por ello también el demonio le dedicó permanentes acosos que Dios permitió acorde al misterio salvífico que deseaba expresar a través de Padre Pío.

El testigo que entrevistó al propio Padre Pío

Angelo Battisti, director de la Casa Alivio del Sufrimiento y dactilógrafo de la Secretaría de Estado del Vaticano, fue uno de los testigos en el proceso de beatificación del santo religioso, nos cuenta:
El Cardenal József Mindszenty, arzobispo de Esztergom, Primado y Regende de Hungría, fue encarcelado por las autoridades comunistas en diciembre de 1948 y condenado a prisión perpetua el año siguiente.
Fue falsamente acusado de conspirar contra el gobierno socialista. Pasó ocho años en la cárcel y en prisión domiciliar hasta ser liberado durante la revuelta popular de 1956, cuando se refugió en la delegación comercial de los Estados Unidos, en Budapest, hasta 1873, año en que Paulo VI impuso su salida y su renuncia a la arquidiócesis.
En aquellos años de prisión se habría dado la bilocación, que llevó al Padre Pio hasta la celda del Cardenal.
Angelo Battisti describe la escena milagrosa:
“El capuchino estigmatizado, mientras se encontraba en San Giovanni Rotondo, fue a llevarle al Cardenal el pan y el vino destinados a transformarse en el cuerpo y sangre de Cristo. (…).”

“Es simbólico el número de registro del detenido impreso en su pijama de presidiario: 1956, año de la liberación del Cardenal.”

“Como es sabido – cuenta Battisti – el cardenal Mindszenty fue preso, colocado en la cárcel y vigilado permanentemente. Con el pasar del tiempo, crecía fuertemente su deseo de poder celebrar la Santa Misa.”

“Una mañana, se presentó delante de él el Padre Pio, con todo lo que él precisaba. El Cardenal celebra su misa y el Padre Pio le sirve (como acólito). Después conversaron y, al final, el Padre Pio desaparece con todo lo que había llevado.”
“Un padre venido de Budapest me habló confidencialmente sobre el hecho, preguntando si yo podría obtener una confirmación del Padre Pio. Le dije que si yo hubiese preguntado una cosa de esas, el Padre Pio me habría expulsado a los rezongos.”
Pero una noche de marzo de 1965, al final de una conversación, Battisti preguntó al capuchino estigmatizado:

– Padre, ¿el Cardenal Mindszenty lo reconoció a usted?

– Después de una primera reacción de irritación, el santo respondió:

– “Nosotros nos encontramos y conversamos, ¿y a ti te parece que no me habría reconocido?”

Confirmando así la bilocación a la cárcel, que habría sucedido algunos años antes.

“Entonces el Padre Pio se volvió triste y agregó: «El diablo es feo, pero lo habían dejado más feo que el diablo»”, refiriéndose a los malos tratos que sufría.
Lo que demuestra que el Padre Pio lo había socorrido desde el inicio de la prisión, porque no se puede concebir, humanamente hablando, cómo el Cardenal fue capaz de resistir a todo el sufrimiento a que fue sometido y que él describe en sus memorias.
El Padre Pio entonces concluyó: “Acuérdese de rezar por ese gran confesor de la Fe, que tanto sufrió por la Iglesia”.

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