Padre Pío nació en una pobre familia campesina en el pueblo de Pietrelcina, Italia. Tenían poco dinero, y sus padres no sabían leer ni escribir. Y sin embargo, los padres del pequeño Francesco (el nombre de nacimiento de padre Pío) tenían grandes esperanzas de que su hijo pudiera seguir un día su llamada al sacerdocio.
De joven, el muchacho relató a sus padres el deseo de ser religioso, y ellos pidieron a la comunidad local de frailes capuchinos que le aceptaran. En ese momento, el pequeño Francesco había realizado solo tres años de escuela, y los frailes le dijeron que necesitaba más si quería ser admitido.
Convencido de que su hijo estaba destinado a ser sacerdote, el padre, Grazio, convirtió en prioridad el ganar el dinero necesario para dar a su hijo una educación adecuada. En lugar de buscar trabajo en los alrededores, Grazio viajó a la “Tierra de las Oportunidades”, los Estados Unidos de América.
Grazio trabajo como obrero en 1898 en Long Island, y en Flushing (Nueva York). Después, en 1910, emigró a la Argentina. Con su trabajo, logró enviar suficiente dinero a casa para pagar a un profesor individual para su hijo, el cual, en 1903, a los 15 años, pudo entrar en el noviciado capuchino, y comenzar así su camino hacia el sacerdocio.
Según cuenta un pariente de la familia, “Cuando [Grazio] volvió a Pietrelcina, la gente le preguntaría, ‘¿dónde encontraste trabajo, dónde estuviste?’ En un pequeño enclave italiano allí en Flushing”. Esta es la razón de que algunos parientes del Padre Pío se trasladaran a Nueva York, creando una relación única entre el popular santo italiano y los Estados Unidos.
En resumen, que uno de los Santos más populares de todos los tiempos pudo ser sacerdote gracias a que su padre fue inmigrante.
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